miércoles, 26 de mayo de 2010

El mirador de La Cruz

Esta historia más que ser un relato de un lugar de Medellín, es la vida de una persona que ha hecho la vivencia en una comuna de la ciudad, más tranquila y justa.

JULIO

Por: Laura Beatriz Castro Cárdenas

De pequeño era un niño callado, poco sociable que encontraba su entretenimiento en crucigramas y rompecabezas. Pasaba sus tardes, después de salir del colegio San José de la Salle, analizando las maneras de resolver sus problemas lógicos que lo ayudarían en un futuro a encontrar la forma de sobrevivir y colaborarle a otras personas.

Su institución educativa era de carácter religioso, en realidad nunca le prestó una mayor atención a las ideologías cristianas pero siempre tenía a Dios como el eje central de su existir y sin decir nada a nadie lo convirtió en su ser ideal.

“Ni bueno, ni malo” se define el hombre cuando recuerda las épocas de colegio. “Siempre fui un niño muy callado en mis cosas, no me metía con nadie y era poco hablador”, afirma.
Su hogar era un típico paisa: tradicionalista y de padres casados por la iglesia. Su madre dejaba tener a Julio su propia vida, sin rodeos, sin preguntas ni prejuicios…sólo lo dejaba ser.

Durante su bachillerato, el hombre se dio cuenta de su capacidad para la resolución de problemas y el análisis de situaciones de conflicto. Tanto se percató de esto que llegó a considerarlo como lo que quería hacer toda su vida, sin embargo un sentimiento de amor, paz y bienestar lo abrumaron. Su decisión era ser sacerdote.

Con esto ya en mente, el joven decidió comenzar a hacer las vueltas para el seminario. Pero él, siendo un niño tan callado, no compartió sus deseos con sus padres, siempre los mantuvo convencidos que lo que deseaba hacer era estudiar química pura. Ellos, contentos, lo apoyaron y le extendieron la mano para ingresar a la universidad, sin embargo hizo las vueltas necesarias para su alcanzar su profesión con Dios.

Pasaron los días y sus padres, convencidos que su hijo había hecho las gestiones para su carrera soñada, le hicieron unas preguntas de rutina: “mijo: yo nunca lo veo a usted haciendo nada de esa universidad”.

“Papi: es que yo no voy a estudiar química, yo quiero ser sacerdote”, fueron las palabras que el niño decidido le dijo a su padre. Él, aturdido por la noticia, pero contento con la idea lo apoyó, como siempre, y le permitió ingresar a la institución católica sin ningún inconveniente.

Al entrar al seminario de Medellín, Julio se distinguía por ser un hombre callado, “metido en su cuento” y no compartía muchas experiencias personales con el resto de los seminaristas.

“Lo más difícil de esa época fue que tuve que desprenderme de mi casa, de mis padres”, cuenta el sacerdote ya con 71 años de edad.

El chico fue cogiendo fama entre sus colegas de ser una persona muy templada consigo mismo, silencioso, concentrado y con una gran inteligencia, pues nunca dejó de lado la elaboración de los rompecabezas, su gran pasión, la cual es para él “una manera de desarrollar la parte analítica del cerebro”.

Cuando se ordenó, al Padre Julio Jaramillo lo enviaron al barrio San Javier, en la ciudad de Medellín, él afirma que el trabajo allí fue: “Duro pero llevadero”.

Sin embargo la mejor experiencia se la dio la estancia por 6 años aproximadamente en Castilla, un barrio de invasión en el noroccidente de Medellín, en el cual se dedicó a las obras sociales y a catequizar a la población en una humilde capilla que había construido un párroco anterior a él.

Luego de ser profesor en el Seminario, comenzó a ayudar a niños desamparados en el Hogar Las Granjas. “Después de todo esto yo fui muy feliz”, afirma el hombre cerrando los ojos para recordar.

La razón de la alegría del sacerdote es porque en esta casa de paso los chicos se quedaban para comer y bañarse, pero podían regresar a la calle fácilmente por culpa del vicio y sus costumbres. Él se dio cuenta de los vacíos que había en la comunidad eran de amor al pobre, a la sensibilidad y la necesidad de aumentar la proliferación del Evangelio como pan diario. Son estos puntos los que él define como “su realización personal”.

Puede decirse que en este momento el Padre Julio Jaramillo sentía que su vida estaba realizada, que no necesitaba más y que podía hacer siempre lo mismo sin pensar lo que se pintaba en el panorama.

Después de estudiar en Roma, dar clases de teología en la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín por 20 años y ser decano de los post grados de todas las carreras de la misma institución, el padre Julio se sentía que podría hacer algo más.

Él quería devolverle a la comunidad algo de lo feliz que había sido durante toda su vida, por esa razón, con un dinero que su madre le dejó de herencia cuando falleció, creó jurídicamente la Fundación Berta Martínez.

Ésta comenzó a funcionar en el 2000, un año después del terremoto del Eje Cafetero, al que el Padre Julio asistió construyendo casas a personas que lo habían perdido todo.


Imagen de la Fundación Berta Martínez

Cuando llegó a Medellín abrió sus ojos a la realidad y extendió sus brazos al mundo.

Esta ciudad, departamento de Antioquia y segunda más importante en el país, era el hogar de los deseos de progreso del Padre Julio.

Él, guiado por las necesidades que veía en sus compañeros de la Universidad Pontificia Bolivariana, comenzó a construir y a mejorar sus viviendas y de esta manera, el proyecto inicial de la Fundación que lleva el nombre de su madre tomó forma hasta convertirse en una de las primeras benefactoras para los hogares con escasos recursos paisas.

La primera visita del Padre Julio al barrio La Cruz, en el nororiente de la ciudad, lo marcó. “De inmediato desarrollé una química y un cariño enorme por esta comunidad, vi que tenía muchas necesidades y que yo podía colaborar”, cuenta el hombre.


Las casas del barrio La Cruz son similares a esta. Reconstruidas por la Fundación Berta Martínez.


En este barrio de invasión, había sólo una capillita sencilla para oficiar la Eucaristía de vez en cuando y unos tugurios hechos con materiales desechables que no tapaban a las familias del frío y las lluvias.

La Fundación comenzó a rodar y ya habiendo construido algunas primeras casas, la Iglesia Santa Teresita se unió a la causa.

Por motivo del cumpleaños número 50 de la Parroquia, el Padre Eugenio Londoño, encargado de la misma, se propuso fabricar, con ayuda de la comunidad, una casita por cada año cumplido.
Así fue y las obras sociales comenzaron a dar sus frutos.

Gracias al reconocimiento que esta fundación comenzó a tener entre la población, más ayudas llegaron para el Padre Julio Jaramillo. Su obra se ha ido extendiendo en todo el barrio La Cruz, hasta el momento las casas de materiales desechables ya no pertenecen a la historia de gran parte del terreno.

Pintura, jardines y ventanas de vidrio son los protagonistas de las 1.381 casas que se han construido hasta el 31 de diciembre de 2009.


Una de las casas construidas en el barrio La Cruz

Salen los niños jugando y alcanzan a ver al Padre Julio. Su caminar lento y sus palabras de cariño reconfortan a la población en situación de riesgo de La Cruz.

Para ellos la bendición más grande es tener una casa propia, pero para los pertenecientes a la Fundación: “¿Qué puede hacer una persona con su vivienda en buen material pero sin estudio, comida ni salud?”.

Es por eso que el proyecto del mejoramiento y construcción de las casitas, tiene algo más de fondo: le cambia el entorno a las familias.

En el barrio La Cruz hay, hasta el momento, tres guarderías que atienden a 450 niños, un comedor que provee de alimentación a varios núcleos de esta comunidad, un centro de salud con médicos, enfermeras y odontólogo que reciben de 30 a 35 consultas por semana y una casa para la capacitación en oficios varios.

Al caminar por las calles de La Cruz se percibe un olor a fresco, a tranquilidad rodeada por risas de niños montando en bicicleta.

Y es que la llegada de este consagrado sacerdote ha sido agua fresca para los habitantes de esta zona en peligro. Y a pesar que él lo ha hecho todo, o casi todo, dice que “no ha hecho nada” y aunque hay que reconocer al resto de benefactores y ayudantes que ha tenido en este proceso, ha sido este personaje el que ha puesto todas sus energías en reconstruir los sueños de las personas.

La Cruz funciona, dentro de Medellín, como un mirador en donde se divisa toda la Capital de la Montaña

Para el Padre Julio es motivo de felicidad toda esta obra, pues está cumpliendo el sueño que Jesús tenía de ayudar al prójimo. El reconocimiento que ha tenido con la Fundación ha sido de carácter moral y afectivo, pues día a día su corazón se regocija más por lo vivido en compañía de la gente.

Hoy este personaje se pasea por las calles de Laureles, en donde tiene su casa, en compañía de sus pensamientos, aquellos que siempre están atentos a alegrar su corazón con la ayuda de la comunidad, porque las casas que ha construido están llenas de él…llenas de Dios.
  • Investigando…
    Para conocer más del barrio La Cruz, te invito a que visites la Fundación Berta Martínez de Jaramillo por medio del Director Ejecutivo Juan Sebastian Jaramillo o en el teléfono 412 74 Ellos, por su labor en este barrio, pueden asesorar a las personas que no sólo quieran conocer el proyecto, sino que también deseen ampliar información del barrio.
  • Para conocer más a fondo, por medio de imágenes el barrio La Cruz de Medellín, te recomiendo visitar:
    http://www.elcolombiano.com.co/proyectos/reportajesgraficos/html/10242002-Llanaditas.htm
  • La Fundación Un Grito de Esperanza también se encarga como la de la señora Berta Martínez, madre del padre Julio Jaramillo, de hacer la vida de los habitantes de La Cruz más amena y saludable.
    http://affordablewebdesigns.net/fundacion/proyecto.htm
  • A pesar de que el camino para el barrio La Cruz es difícil y entrecortado, las imágenes que allí se encuentran son predominantes para la vida en sociedad y para mejorar las condiciones de personas de la comunidad.
    http://www.youtube.com/watch?v=jCieG2prvpM


La invitación va dirigida a todos aquellos que desean conocer más a fondo la ciudad, responde las siguientes preguntas y cuestiónate sobre los beneficios de vivir en donde tienes tu residencia:

- ¿Conoces algunas de las comunas que han sido afectadas por la violencia y la pobreza en Medellín?

- Si la respuesta es no: ¿Cómo te las imaginas?

- Si la respuesta es sí: ¿Qué pudiste ver en estos lugares?

- ¿Qué diferencias encuentras entre estas comunas y el lugar en donde vives?

- ¿Qué te gusta de tu barrio?

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